Ficciones lúdicas: jugar no se acaba nunca

Los videojuegos no son un sedante que anula los sentidos y suspende la conciencia; no son una pausa ciega de la existencia, no, más bien funcionan como un agujero de gusano hacia otros destinos: ignorados, fantásticos tal vez, pero no menos reales.

los videojuegos funcionan como ficciones lúdicas que nos llevan a otros lugares y nos dejan morar en ellos.

Hoy en día, jugar es una actividad primordialmente social que se hace en comunidad. Para mí, este medio expresivo es una manifestación estilizada del impulso humano por compartir momentos alrededor de una fogata, de narrar lo ocurrido tras un largo viaje, de explorar regiones desconocidas, de existir vicariamente e intercambiar experiencias.

Nintendo aprovechó este furor “deportivo” cuando anunció la consola Wii U y sus controles que exigían movimientos “reales”. Posteriormente vendrían el Move de Sony y el Kinect de Xbox. En esencia eran lo mismo. En el golf del Wii U, por ejemplo, los jugadores replicaban el golpe a la pelota tal como si estuvieran en un campo.

Los videojuegos no engendran asesinos, torturadores o raterillos de poca monta; simplemente nos convierten en lo que ya éramos. Pero en el debate acerca de su posible influencia hay una faceta adicional, el revés de la moneda, la que busca responder otra pregunta: ¿y si nos ayudan a ser “mejores”?

Los videojuegos no engendran asesinos, torturadores o raterillos de poca monta; simplemente nos convierten en lo que ya éramos. Pero en el debate acerca de su posible influencia hay una faceta adicional, el revés de la moneda, la que busca responder otra pregunta: ¿y si nos ayudan a ser “mejores”

videojuegos no engendran asesinos, torturadores o raterillos de poca monta; simplemente nos convierten en lo que ya éramos. Pero en el debate acerca de su posible influencia hay una faceta adicional, el revés de la moneda, la que busca responder otra pregunta: ¿y si nos ayudan a ser “mejores”?

Dime cómo juegas y te diré quién eres.

imposible leer a Alice Munro o ver a Bergman y permanecer siendo el mismo.

Para sostener que algo es causa de otra cosa, es preciso diferenciar causalidad de correlación. En el primer caso, un evento “X” provoca otro evento “Y”: si caliento agua al nivel del mar, ésta hervirá apenas alcance los 100 grados Celsius. En el segundo, el de correlación, nos limitamos a señalar que, ante un evento “X”, suele estar presente otro “Y”: si unos cuantos millonarios coinciden en un manojo de lecturas, eso no quiere decir que esos libros te vuelvan rico.