Samantha Harvey

La epilepsia lo podía matar en cualquier momento, si se golpeaba la cabeza contra el suelo o con el borde de una bañera, si le daba un ataque mientras iba en bicicleta, si se tragaba la lengua o si padecía un ataque y no volvía en sí.

¿Cómo será estar tantísimas veces tan cerca de la muerte? Él, sin embargo, la esquivaba una vez tras otra.

Hasta que lo atrapó, con la muerte basta con que te pille una vez

Tu rostro y sus millones de instantes de vida se desmoronarán y se pudrirán y, en pocas semanas, costará muchísimo reconocerte en ese cadáver.

Qué milagro más quimérico es la vida, que contiene en sí misma todo el salvajismo de la muerte

esas bacterias no nacieron en el momento de la muerte, siempre estuvieron ahí y siempre quisieron devorarte, y tus células siempre contuvieron en su interior los enzimas que ayudarán a tu descomposición. Solo tu ansia por sobrevivir las mantenía a raya

Piensa en el cielo cuando alzas la mirada por la noche; ves estrellas, pero lo que en realidad ves es el inmenso vacío entre las estrellas y ves que el vacío es la condición necesaria para la plenitud, con qué avidez reclama cada objeto su propio espacio.

En medio de la vida estamos muertos.7

En medio de la estación de servicio estamos muertos.

En medio de la estación de servicio estamos vivos.

En medio de la muerte estamos en la estación de servicio.

En medio de la muerte estamos, estamos. Estamos.

Si no tuvieras acceso a la comida o al agua, te sentirías inseguro; si esa imposibilidad de acceder a ellas se prolongase bastante –no lo suficiente como para matarte, pero sí para dejarte hundido–, empezarías a preguntarte qué sentido tiene la vida, si la misma consiste en una permanente amenaza de carencia

Una prueba es una instantánea de un momento biológico, no una evaluación de un estado de salud general

Que se recurra al estrés supone decir que las mujeres complican y agravan sus experiencias de un modo que se podría evitar con la mera práctica de ejercicios de respiración y relajación y si dejaran de sorprenderse por los acontecimientos que son inevitables en sus vidas: la irascibilidad premenstrual; la debilitación de los músculos del suelo pélvico durante el embarazo; la pérdida de control de los esfínteres durante el parto; la pérdida de sueño en la menopausia; el sometimiento a diversas desigualdades e injusticias sutilmente omnipresentes que afectan a todos los aspectos de sus vidas; el subsumirse una misma en el papel de hija hasta el punto de que la percepción de la individualidad como sujeto se hace tan difusa que acaba siendo prácticamente abandonada y deja de ser una individualidad para convertirse en un tosco amasijo de deberes, culpabilidades y fracasos ahuyentados de forma temporal por la maternidad y todas las atenciones que la misma conlleva, solo para volver después redoblada y, de un modo espectacular e irrevocable, quedar de nuevo subsumida por la vida del hijo, una anulación no solo esperada sino reverenciada por la sociedad.

el cuerpo humano es perecedero y la medicina es imperfecta