Fe, esperanza y carnicería

No. Eso es cierto, pero he sacado más de veinte discos y simplemente no puedo seguir haciendo lo mismo una y otra y otra vez. Es necesario moverse, al menos una parte del tiempo, en el mundo del misterio, bajo esa grandiosa y terrorífica nube de desconocimiento artístico. Para mí, el impulso creativo es una especie de perplejidad y a menudo se experimenta como algo disonante y desconcertante. Hace dentelladas en tus más valiosas certezas sobre las cosas, va en contra de tus nociones acerca de lo aceptable. Es la fuerza que te conduce hacia donde quiere ir. Lo contrario no sucede. No es uno quien la guía.

Cuando trabajáis de esta forma, ¿también pasas horas en el estudio editando meticulosamente las letras de las canciones?
No, eso nunca. Cuando trabajo las canciones en casa, dedico mucho tiempo a escribirlas, reflexiono mucho y presto mucha atención y cuidado a la forma. Pero en el estudio me vuelvo un carnicero al que le encanta cortarle las piernas en un santiamén a una letra que apuntaba maneras. En cierta forma, las letras pierden su valor concreto y se convierten en cosas con las cuales jugar, a las que desmembrar y reorganizar. En realidad, ahora me pone muy contento haber llegado a un lugar donde tengo una relación absolutamente despiadada con las palabras que escribo.

Por fortuna, hay mucha gente que está dispuesta a hacer el viaje con nosotros, a experimentar la encantadora incomodidad y los peligros que acarrea intentar algo nuevo